M-E-M-O-R-I-E-S

Times Square, 7:33 pm. Recuerdo haber llegado ese miércoles 11 de noviembre sin aliento y ansiosa, sin saber la razón, sin encontrar un "por qué". Estaba desesperada. Quería encontrarla, ver sus profundos ojos chocolate, escuchar su acento cubano, abrazarla y respirar su aroma. Pero no fue así, no ese día. "Será otro" pensé. Pero realmente ese no era el motivo de mi ansia. Era algo más. Caminé todo ese lugar. Escuché las risas de los turistas, su emoción, su alegría, su felicidad por un logro más; conocer una maravillosa ciudad. Los comprendía. Sentí lo mismo cuando llegué. Los vi con cámaras y mapas en mano. ¡Ja! Me recordó a mí en mis primeros días. Su energía turística era contagiosa. Suspiré. Y suspiré porque me di cuenta de algo; yo ya no era una invitada más en esa ciudad. Yo ya no utilizaba mapas para guiarme, utilizaba el mapa que en mi corazón se había tatuado. Un mapa distinto al de ellos. Un mapa que me llevaba a recorrer las gélidas calles de Nu...