Mínimas
¡Adiós princesa!
Se amaban, insaciables. Dos criaturas hechas la una para la
otra. Al verse a los ojos, sabían que el Príncipe Azul era un mito. El amor no
tiene color, eso es ficción cinematográfica.
Juntaban sus labios, insaciables. Ya no le temían a las
manzanas rojas, ni a las ruecas encantadas, ahora su amor dejaba de ser una
ensoñación para ser una realidad.
Las princesas de esas historias lo habían decidido ,
hacerse el amor hasta la saciedad, recuperar el tiempo manchado por la mirada lasciva sin sentido, de
un sistema de centros comerciales y figuras anoréxicas, eso significaba
desaparecer su mundo de hadas madrinas, de enanos masturbadores, de príncipes
wannabes y de amor medieval.
El Minotauro teseónico desde la ventana de su laberinto,
enamorado, recitaba en voz baja su poesía mientras miraba a Alicia psicotrópica
viajar perdida a su interior, sin encontrarse. La bestia encantada deseaba
atravesar los espejos de su prisión y rescatar a la dama psicótica. De no
lograrlo pediría a Teseo que lo matase, de no querer, robaría al Sombrerero
Loco su cianuro y cual cicuta socrática se retiraría de este mundo.
Otros dioses
Si el choque de dos branas (vibraciones circulares, en la
Teoría de las Cuerdas) produce un Big Bang, entonces, habrá otro infinito,
otras estrellas, otro mundo, otra humanidad, por ende, otro Dios. ¿También
habrá otra persona igual a ti o a mí, en cualquier parte de otro universo que
se pregunte lo que sucede con el choque de dos branas? ¡Maldita sea, espero que no!
Posdata: Podría soportar que existan otros dioses, pero no
la idea de la existencia de otra persona como tú, advierto.
Ernesto Fuentes.
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